Laberinto

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El círculo eterno, el múltiple verso, el siempre y lo todo que somos

sábado, 3 de diciembre de 2011

Los cien nombres de América... Discusión y propuestas

Basándonos en la lectura del ensayo de Miguel Rojas Mix Los cien nombres de América: Eso que descubrió Colón, redactamos algunas ideas de discusión y redescubrimiento de palabra. Vistiéndonos de cada nombre, meditamos sobre la decisión de tomar o no, uno de esos nombres. Pero más que contarles sobre estas cavilaciones, extendemos en esta entrada, los ensayos que redactamos, tal como originalmente los planeamos: en la posibilidad de dialogar, y acaso, de soñar.


  • Daniela García propone, en "Eso que descubrió Colón"


El presente texto tratará de encontrar una respuesta al porqué del nombre de la literatura iberoamericana a partir de la lectura hecha del libro  Los cien nombres de América… eso que descubrió Colón  del escritor chileno Miguel Rojas Mix. La obra trata de explicar la identidad del habitante de la América española y qué implica ser nativo de esta región, al igual de cómo somos vistos nosotros por otras sociedades; y quizá desmitificar ciertos descalificativos que se nos han impuesto, por ejemplo, el que se diga que no puede haber una filosofía o una literatura americana. Así mismo el trabajo mostrará el nombre que yo considero podría llevar la materia.
Después de haber leído a Rojas Mix, no sé si aclaró mis dudas sobre lo que es ser nosotros, es decir, qué somos después de una conquista española, qué nos une como continente o qué nos une como “hijos” de España, si queremos aislar la parte norte del mismo; quizá esa unión pertenece a la mezcla del indio y del europeo. ¿Por qué la materia “literatura iberoamericana” se llama así? Espero poder contestar dicha pregunta aun con las dudas que me surgieron con la lectura; quizá lo que escriba no sea lo correcto, pero tal vez pueda acercarme a ello con una hipótesis. Miguel Rojas Mix nos dice que el término “iberoamericano” pretende abarcar de una sola mirada los continentes americano y europeo; y después de investigar en varias universidades (del país y de otros países de habla hispana) me di cuenta de que sólo la UNAM nombra a esta materia como “iberoamericana”, la mayoría la llama “hispanoamericana” y una minoría prefiere el término “latinoamericana”. Nuestra universidad posiblemente eligió este nombre porque es más amplio, ya que abarca a las regiones que fueron conquistadas por la Península Ibérica, lo cual incluye al  Brasil, país que no comparte nuestra lengua, pero sí una historia similar puesto que también es una sociedad mestiza. Este hecho quizá pretende que haya una unión como continente a partir de la cultura, a partir de la literatura, y también acercarnos a la parte europea, así marcando nuestra identidad mestiza. El nombre también implica tintes políticos, puesto que trata de separarse de la política hispanoamericana que promovió la dictadura de Primo de Rivera, la cual se aleja del mestizaje y promueve más lo español, es decir no toma en cuenta que América es tanto indígena como hispánica; igualmente se aleja del expansionismos de la América sajona.
Creo que el nombre dado a nuestra materia es correcto, pues en lo que llevamos del curso hemos tomado conocimientos de ambas partes, tanto de la española con autores como Bartolomé de las Casas y Francisco López de Gómara; como con escritores naturales de la región, por ejemplo el Inca Garcilaso. Tanto unos como otros nos han dado su versión de lo vivido por ellos en nuestra América, lo cual nos deja conocer cómo se ha ido formando lo que ahora somos. Así mismo a través de nuestra literatura, como de otras artes, seguimos luchando contra el incansable expansionismo de los Estados Unidos, pues “iberoamericano” es también un anticuerpo contra la idea del panamericanismo.
Ahora bien, después de haber pensado en varios nombres, el que yo le daría a esta materia sería “Literatura Indohispánica”. Este nombre lo he seleccionado de aquéllos dados por Martí reiteradamente a “nuestra América” , y creo  no se aleja de nuestra identidad mestiza, pues claramente está tomando las dos partes que nos conforman; incluyendo al Brasil quien comparte parte de nuestra identidad como mencioné anteriormente. Elegí un nombre de los dados por Martí por la visión que él tenía del continente, pues su idea continental es la que nos convenía a todos, ya que nos reivindica frente a los otros países, los cuales nos han subestimado constantemente; él creía en nuestras aptitudes, pues nos ve como una “América trabajadora”, es decir, cree en el progreso de la sociedad latinoamericana.
A modo de conclusión podría decir que es imposible separar la sangre indígena de la del europeo, a pesar de las dudas que exponía al principio del texto, es preciso pensar que eso es ser nosotros, aceptarnos como mestizos, aceptar ambas partes como aquello que nos conforma. El mestizaje es lo que nos da la identidad, y mediante la literatura, así como de la historia nos ha sido posible llegar a reconocernos como hijos de indio e hispano. Hay que sentirnos orgullosos de lo que somos y tratar de reivindicarnos frente a aquéllos que nos subestiman, llámense “americanos” o europeos.
FIN
FFyL- UNAM

  • Isaac Sánchez, en "El mar de Alteridad"
¿Cómo  se le podría nombrar a este continente?. Pregunta nada fácil de responder,  sin embargo en un paupérrimo intento de responder a esto, vinieron a mi mente algunas otras preguntas, la primera de ellas: ¿Cómo llamarnos si muchos de nosotros desconocemos todo el panorama de nuestras raíces?. Me gustaría empezar por dar una definición que me parece importante, considerando que partiré de la misma para exponer mi punto de vista ya que tiene ver con la materia que estudiamos; Literatura “Iberoamericana”, de acuerdo con la Real Academia Española y cito textualmente:
            “Iberoamericano, na.
1. adj. Natural de alguno de los países de América que antes formaron parte de los reinos de España y Portugal. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a estos pueblos y a España y Portugal.”
Es importante, al menos para mí, entender que para nombrar de manera diferente a este, nuestro continente tenemos que lograr, o al menos intentar tener  una visión histórica mas amplia del mismo considerando que lo que hoy se conoce como América  existía desde antes de que llegarán a este cúmulo de pluralidad culturar aquellos Españoles de quienes, enaltecidos sus nombres, se les adjudica el descubrimiento de un nuevo continente, mismo ya existía de manera independiente anterior a su llegada.  Esté continente recién develado para la cultura Europea,  que tenía una manera distinta de ver las cosas, al cual me atrevo a decir que le es arrebatada de tajo esa identidad que por derecho les pertenecía.
 Iberoamericano, vaya palabra, ¿Es acaso cierta nuestra inexistencia antes de  pertenecer a España o Portugal?. Nuestro continente, desde mi punto de vista, es considerado una entidad multicultural desde antes de la llegada de aquellos representantes de Los Reyes Católicos, debido que a lo largo y ancho del territorio, el cual abarca desde el Océano  Glacial Ártico hasta Cabo de Hornos en el extremo sur del Continente, coexistían culturas y lenguas de diversa naturaleza, concepciones distintas  a la visón Europea de la literatura, de la memoria de los dioses  y su relación con el mundo.
Esta alteridad que  es mencionada en “LOS CIEN NOMBRES DE ÁMERICA” bien podría ser una invitación a también nosotros ponernos en la posición del otro, de aquel que llaman conquistador, de aceptar que somos la combinación de  ambos, que somos conquistador y conquistado y no por eso somos más o menos Americanos, ya que comparto  la idea de que la identidad, en este caso de nuestro continente,  esta  íntimamente ligada con la noción de cultura. Quizá y podamos entender el hecho de ver el todo por la parte y la parte por el todo, alguna vez leí una analogía que ejemplifica de manera pragmática lo anterior: “ Todos somos pequeñas gotas de agua, que a su vez forman parte de un gran mar”  no por  ser una gota, estamos exentos de  ese mar al que pertenecemos como humanidad, después de todo, esta idea que tenían los mayas de la dualidad y complementariedad cabe muy bien en la frase “ yo soy tu, y tu eres yo”. 
Rojas Mix cita a un Sociólogo Italiano de nombre Vilfredo Pareto en un punto que me parece interesante y es la idea sobre barbarie. Esta desemboca en deducciones acerca  de una serie de valores como lo son el heroísmo  visto  como una defensa del civilizado  por su “patria”, y la diferencia radical que da el nombre de rebeldía al mismo acto cuando se trata de alguien que no pertenece al mismo paradigma de civilización. ¿ Será acaso que los Españoles vieron en los naturales un fuerte reflejo de conquistadores en lo que se denominó como las Indias?.
Este estigma que se viene cargando desde hace ya varios años, de ser el pueblo vencido, el conquistado  y las  concepciones europeas acerca de nosotros, el que nos vean como un continente atrasado o que carece de experiencia,  va lavando de a poco nuestra identidad, creando a su vez  una concepción propia de la misma através  de esta alteridad unilateral cuya consecuencia más grave, a mi manera de ver las cosas, es la de nosotros mismos denostar o negar lo que había en este territorio antes de la llegada de los colonizadores. Jean  Paul Satre  en su libro “Reflexiones sobre la cuestión judía”  invita al debate y a la reflexión cuestionando la identidad del judío, y da una explicación de como es construida la identidad del mismo mediante la visión de los que la construyen, lo cual curiosamente me parece ser idéntico a la generación de identidad Latinoamericana, ya que en ambos casos, esta supuesta identidad es dada por personas ajenas al la misma, personas que desde una cultura distinta, buscan  la forma de que el otro, (en este caso el Continente Americano), se adapte a o encaje en una cultura que no es la propia dando paso al desprecio por aquello que es desconocido.
Desde mi punto de vista, como estudiante  carente de  un saber mayor acerca de la materia, me permito decir que; Sí se tomara en cuenta el nacimiento de la literatura como signo inequívoco de que existe una civilización, una lengua, una cultura,  y tomando en cuenta que la literatura esta ligada de una forma no poco importante a la oralidad,  me parece importante que nosotros los  habitantes de esta, nuestra tierra, nos demos a la tarea de investigar a profundidad, de empaparnos, no solo del conocimiento que en los libros se encuentra, sino también de las culturas que tras muchos años de una constante búsqueda por negarlas, han sobrevivido a los constantes embates en favor de su desaparición para de este modo poder dar un nombre certero a esta mezcla de culturas.
Soy esa orgullosa mezcla y descendencia de culturas desaparecidas y herméticas, soy el conquistado y el conquistador, soy oralidad, memoria y literatura, soy Atahualpa y Gómara, soy esta tierra manchada de sangre y también soy el Inca, el Ibérico, aquel que quiere ver que es parte de ese gran mar formado por más de una gota de agua.
FIN
FFyL- UNAM
  • Valentina Quaresma, en El árbol redondo: voces, rostros y raíces"  
“…Y no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado,
o arrendar una sola hectárea de su olvido,
ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de cruzar el río el dólar y su amor contra-reembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia…”

Amén.”
-Mario Benedetti (Un padre nuestro latinoamericano)


El sentido de ese pasado vivo y agitado, parte de la noción común con que tantos historiadores, poetas, filósofos, antropólogos y osados, han buscado interpretar la totalidad de un fenómeno, si no telúrico sí terrestre, pero fundamentalmente social y cultural: el significado de una América difícil de entender y definir.
Perspectiva...
Miguel Rojas Mix, en Los cien nombres de América: eso que descubrió Colón, observa con cierta dulcificada ironía, las muchas preguntas que han sido hechas sobre ese conflictivo punto en nuestra historia, pero desde la insinuación alegórica del nombre. El nombre, como camino de encuentro con el rostro, y con una memoria fragmentada, que en estos tiempos revueltos, sigue sin responder al silencio. ¿Quiénes somos?
La cuestión del nombre, excede el mero acto de denominar como forma limitativa. Y en el caso especial de las múltiples realidades que conviven cotidiana o simbólicamente en estos lares, el asunto es enfrentarse como individuos insertos en contrastantes dinámicas grupales, a un sentimiento que sólo siendo vivido puede entenderse. Al hecho de ser americano, hispanoamericano, iberoamericano, latinoamericano, afroamericano, indoamericano… o hijo de estas tierras, y como consecuencia, nieto de un vasto linaje histórico, cuyo proyecto de futuro se encarna en la lucha constante contra la imposición de una cultura del que observa, y no del que es observado (colonizador-conquistado, amo-esclavo… y lo que sigue). Es imposible librarse de ese romántico idealismo en que se cimentan utopías de lucha y transformación social, pero es cierto, que la acción racional puede encausarse a la consolidación del encuentro con esas identidades rotas. Claro, que las herramientas intelectuales y prácticas para ello, deben partir del conocimiento de la imagen de nuestra América, como me gusta pensar que Martí creería.
Creo que apostarle a un nombre como intento de reconfiguración de esa identidad melancólicamente distante, es una decisión de profunda sensibilización a una historia de violencia en la que permea el sentido latente de racismo y oscuridad. Recuperar un nombre, en medio de un desolador vaivén de eufemismos u ofensas descaradas, es a todas luces, actividad que requiere mucha fuerza, pero sobre todo, que pide la justa medida de dignidad y recuerdo… El entramado de odios, ha pulverizado la cara del latinoamericano, obligándonos a sobrevivir, más que a saber. Tan dura es la búsqueda de un nombre, tanto hemos tenido que resistir a la lógica de la sinrazón autoritaria de una perspectiva ajena (la ajena que no observa, sólo enjuicia), que establecer un diálogo entre pares, suele resumirse al discurso superficialmente patriotero, de lo que estereotípicamente creemos ser, pero sin escuchar las múltiples voces que palpitan en una sola América de inigualables matices: porque somos y seremos la certeza única de la diversidad y el mestizaje, de la tradición y la ruptura, la mezcla y lo cambiante, de la lucha escrita en niveles diferentes. Sólo comprendiendo a Latinoamérica como fruto y raíz de la diferencia que comulga con un pasado y destino común, de la amable contradicción de cielos, lenguas, expectativas, oralidades y futuros, podremos acercarnos a la palabra primigenia. Palabra en el sentido de creación-fundamento de un todo que es tan diverso como el hecho mismo de ser palabra en un continente cuyas ramas son las mismas raíces. Me gusta pensar en Latinoamérica como un árbol redondo, con miles de ramas hechas raíces, miles de rostros hechos recuerdos. Con la necesidad de volver a la historia, de enfrentarse al nombre que arropa en realidad, todas nuestras representaciones hermanas.
Y llegado este punto, parece que ya he escogido un nombre…
Perspectiva en todo punto...
En realidad, la idea de Latinoamérica me seduce por su firme combatividad al roce imperialista, y por su paralela ternura de reconocimiento mutuo. De algún modo, me parece que pensar en la latinidad de América es remontarse al punto común entre las culturas americanas en su extensión continental no sajona, y las ibéricas como referencia de origen, pero prestando especial atención a la historia, política y personalidad de los pueblos americanos, con todo el escenario dicotómico entre sometimiento y resistencia que esto implica. Me gusta pensar en una América Latina, porque ésta no pelea con otras nociones de hispanidad, pero se concentra en el humor de particular lucha americana, sin depender de España o Portugal, y sin dejar de reconocerlos como países cercanos en un contexto de fraternidad intercontinental y cultural. En América Latina, como nombre, como expresión, como idea histórica de presencia, conviven y convergen muchos otros nombres. En ella está lo hispánico, lo ibérico, lo afro, lo indígena y los respectivos rostros de los cientos de habitantes y constructores que existen y hacen existir esa constante de lucha y esperanza. Y esa palabra de vida, ese acto de liberación por y para la expresión, es lo que identifico como literatura. Literatura latinoamericana… como conjunto, como principio y fin, como camino, como conciencia, como respuesta rebelde, como secreto a voces, como esas voces hablando bajito… y gritando con tonos diferentes de color y sentido. Como astucia, creatividad, picardía, serenidad. Como la suma de todo eso, y el tiempo.
Don Mario Miranda Pacheco, catedrático de la UNAM en Estudios Latinoamericanos, solía afirmar que
Somos algo distinto a la sumatoria de ingredientes indígenas, africanos y europeos… la vitalidad de la realidad cultural de América Latina, es causa y efecto de nuestra adscripción colectiva. La cosmovisión compartida por nuestros pueblos, constituye el fundamento dinámico de nuestras culturas nacionales. Por ello somos unidad y también pluralidad[1]

Dicha pluralidad, es la contrastante y sorpresivamente armónica diversidad con que las muchas ideas latinoamericanas conviven diariamente, gracias a la amplia manifestación literaria de nuestros pueblos: Así como han existido tantos constructos que pretenden explicar el implacable vigor de estas tierras metafóricas, la literatura latinoamericana ha experimentado (y lo seguirá haciendo) una drástica, divergente, alterna y agitada gama de posibilidades creativas, en géneros, intenciones y formas de lucha.
A manera de conclusión, me permito hacer hincapié en la posibilidad de elección: elegir un nombre. Elegir recuperar una memoria dolorosamente desgarrada. Elegir reconocer un pasado vivo que se teje con la potencialidad de un futuro alentador. Elegir volver a la palabra y con ella, a la sabia y diversa noción literaria latinoamericana de éstos, nuestros rumbos –los tuyos y los míos-.
Tomar una decisión, es parte de esa exploración individual, que invariablemente nos hará saber que formamos parte de un todo, que depende del uno que soy, del otro que eres, del todos que somos como colectividad. Nuestra diversidad está construida en todas esas voces, y en la decisión.
Por eso insisto en la noción de latinidad de América, que comulga con la concepción de hispanidad e iberismo, reconoce y defiende las perspectivas netamente americanas, y no niega su evidente dejo romántico-idealista, pero tampoco traslada lo europeo al eje de análisis americano, sino que recompone los imaginarios propios de su centro. Sé que esa es la lectura que hago de una búsqueda personal de significado, y la construyo como respuesta no sólo a mi historia como latinoamericana, sino como hija de un padre brasileño y una madre mexicana. Escribo estas líneas, pensando en un pasado al que decido volver constantemente. Porque eso soy y vivo: dualidad y encuentro. Asimismo, comprendo que otros emprendan su periplo único por el sentido…y lo celebro, pensando que no importa cuál sea la denominación que vistamos, mientras el nombre nos remita al punto común en que somos y nos reconocemos, a la luz de la justicia y la esperanza. Como iberoamericanos, como hispanoamericanos, como latinoamericanos…
Como somos.
FFYL-UNAM
. . .



[1] Mario Miranda Pacheco, Sobre el oficio del latinoamericanista: prácticas y reflexiones, coed. UNAM-videoludoteca Víctor Jara, México, 2010, p 77-78






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